-¡Hazme caso! En esta ocasión déjame interceder a
mí –la voz frustrada de la menuda y bella mujer era demandante aunque fuera
solo un susurro.
-Cállate,
Talía, o acabaran descubriéndonos –trató de silenciarla otra mujer, más alta
pero igual de bella.
-Demetrius
necesita inspiración bucólica, la belleza del campo, el olor de la naturaleza y
el sonido de los susurros del viento –insistía Talía-. ¿No lo ves?
-Demetrius
no necesita esas tonterías, es un hombre, no un corderillo –contradijo la mujer
alta rodando los ojos-. Además, ¿te olvidas de Denes? Él también forma parte de
todo esto.
-Denes
es tan pesimista como tú, Melpómene, eso no te lo negaré –Talía se cruzó de
brazos y miró enfurruñada a su hermana-. Pero precisamente por eso necesita un
poco de la frescura del campo para alegrarle.
-Pareces
olvidar que somos musas. Nosotras no tenemos que tratar con los demonios
internos de cada uno. Deja que Hades juzgue su interior cuando muera –Melpómene
tiró de su hermana hacia sí y puso un dedo sobre sus labios al ver que
pretendía quejarse-. Nuestra labor es inspirar, no transformar. Ahora guarda
silencio, te recuerdo que este no es un encargo cualquiera.
Talía
le dedicó un gesto hosco, pero ninguna palabra más salió de sus labios. Las dos
musas permanecieron juntas, en silencio sentadas sobre la rama de un frondoso roble
que debía contar con varios siglos de vida.
-Demetrius,
razona. La gente está harta de los campos –decía Denes frotándose las sienes-.
Pasan la mayor parte de su vida en ellos, rastrillando, regando, recolectando,
alimentando ganado y mil cosas más como esa. ¿Crees que quieren que en su única
forma de evasión también se cuele su tortura de cada día?
-Hermano,
eres un exagerado –rio el joven, haciendo botar sus rizos dorados-. ¿Acaso
crees que tu intención de crear una historia trágica y fatalista animaría al
público? Como tú has dicho sus vidas ya son demasiado duras, no entiendo tu
afán por mostrarles penurias en lugar de alegría.
Denes
le miró con el ceño fruncido y descargó un ligero golpe sobre la nuca de su
hermano pequeño.
-Claro
que no lo entiendes, estúpido. Ver las fatalidades que les ocurren a otros les
hará pasar las suyas con mayor valentía. Verán que hay cosas peores en este
mundo que ser pastores y labriegos.
-Esa
es una idea estúpida. Lo que necesitan es la alegría del amor en los campos
para darles esperanza a sus corazones –Demetrius tenía una mirada risueña, que
pocos metros más allá y por encima de sus cabezas, imitó la dulce Talía
mientras agarraba la mano de su hermana.
-Vas
a hacerme llorar. Del horror –puntualizó Denes exasperado.
Los
dos hermanos se alejaron el uno del otro y caminaron entre los árboles del
bosque donde buscaban que surgiesen sus ideas.
-De
todos modos, eso da igual. Ninguno sabe por dónde empezar. Nuestras amadas
musas no nos honran con su inspiradora presencia esta soleada mañana –se burló
dejándose caer bajo un pequeño roble.
Ante
las burlonas palabras del joven, Talía descendió graciosamente desde la rama,
aterrizó con gesto enfadado y, poniendo las manos en las caderas, se acercó al
insolente Denes.
-Las
musas no somos dicteriades, auletrides ni hetairaes que tengan que acudir
a complacerte, estúpido y creído mortal –gritó ella indignada
plantándose frente a él.
Él
se levantó asustado, mirando a la joven con desconfianza y estudiando sus
rasgos, que normalmente debían ser dulces, frunciéndose en una mueca de enfado.
Se pegó al árbol que quedaba a su espalda y levanto las manos tratando de poner
distancia entre ambos.
-¿Quién
demonios eres tú y de dónde has salido? -gritó espantado.
En
ese momento Melpómene se acercó rápidamente a su hermana y, tomándola del
brazo, la arrastró a un par de metros de distancia del chico.
-¡Talía!
Padre dejó bien claro que no nos dejáramos ver por el momento –riñó a la menuda
musa.
-¡Malditos
encargos! Odio trabajar contigo. Siempre me encuentro con jóvenes estúpidos y
sin alegría –se libró del agarre de su hermana y se alejó un par de pasos de
ella-. Yo inspiro a los soñadores, amantes de la naturaleza y con amor en su
corazón. No sé qué tiene eso que ver con la tragedia de tus artes. ¡Son
incompatibles!
Melpómene
no se molestó en responder a los gritos de su hermana, la tomó nuevamente del
brazo y trató de alejarla de los jóvenes, que se habían acercado a ellas,
aunque a una distancia prudente, y observaban pasmados.
-A
padre no le agradará esto –susurró intentando hacer entrar en razón a la
testaruda Talía mientras dirigía rápidos vistazos a los hermanos.
-Me
da igual –espetó ella-. Soy una musa, no una esclava.
Un
fulminante resplandor, seguido de un trueno ensordecedor, cruzó el cielo,
provocando que todo el bosque se silenciase.
-Perfecto,
Talía, le has hecho enfadar –sonrió a su hermana sarcásticamente-. Ni una
palabra más –indicó cuando su boca se abrió.
Una
vez el cielo recuperó la calma, la vida volvió al bosque, y los hermanos
salieron de su ensimismamiento.
-Siento
interrumpir vuestra intensa discusión, ¿pero podríais explicar qué acaba de
ocurrir? –preguntó Denes irritado, cosa que no agradó a las musas.
Demetrius
le reprendió con la mirada y se acercó a ellas con paso calmado, observando con
sus ojos azules a las bellas hermanas.
-Disculpad
los modales de mi hermano –dijo con voz suave-. Pero nos gustaría saber quiénes
sois, hermosas jóvenes.
Talía
sonrió y se zafó del agarre de su hermana.
-Estos
son los jóvenes a los que adoro –sonrió verdaderamente alegre y tomó las manos
del chico entre las suyas-. Educados, alegres, divertidos, dulces y soñadores.
Demetrius
le devolvió una sonrisa, aunque su mirada estaba cargada de confusión.
-Mi
nombre es Talía –la musa rio alegremente y depositó un delicado beso en su
mejilla-. Aquella estirada es mi hermana Melpómene.
-¡Talía!
–gritó ella riñéndola.
-En
el fondo la quiero, pero debería de ser más alegre –susurró al oído de
Demetrius, cuya risa se musical se alzó en el ambiente.
-Encantado,
Talía, mi nombre es…
-Demetrius,
lo sé –sonrió-. Y aquel es tu hermano Denes –añadió frunciéndole el ceño a este
último.
Su
respuesta dejó al joven perplejo.
-¿Has
estado espiándonos? –casi gritó Denes.
-Por
supuesto que no –se defendió Talía-. Las mus…
-No
vuelvas a decir nada más, Talía, nos vamos –trató de tirar de su hermana, pero
esta se aferró al joven de cabello claro y ojos azules y se negó a ir-. ¡Talía!
–gritó enfurecida.
-Deja
de repetir mi nombre, hermana, creo que ha quedado bastante claro.
Melpómene
emitió un suspiro exasperado.
-Eritó
siempre se muestra ante sus poetas, no entiendo el afán que tenéis Urania y tú
por no dejaros ver. Si pretendemos que crean en nosotras no deberíamos andar
siempre escondidas como hacen los estúpidos dioses –cruzó los brazos molesta y
se acercó aún más a Demetrius, que la observaba sorprendido.
De
nuevo la calma del cielo se vio interrumpida por un fogonazo de luz y un sonoro
trueno.
-Cállate
de una vez, acabarás enojando a todo el Olimpo –Melpómene trataba de contener
las ganas de golpear a su testaruda hermana-. El don de Eritó trabaja de otra
manera, ya lo sabes, y además Urania y yo no somos las extrañas por no dejarnos
ver, sois Euterpe y tú las que insistís en coquetear como crías en vuestro
trabajo, ¿no tenéis suficiente con Pan?
-No
pienso responder a eso –se giró indignada, dando la espalda a su hermana y enlazó el
brazo con el del muchacho-. Estoy cansada de pelear. Como ya he dicho, soy
Talía, musa de la comedia y la poesía bucólica –sonrió como una niña pequeña.
-¿Musa?
–esta vez el que intervino fue Denes, acercándose al variopinto y pequeño grupo
que había estado observando durante unos largos minutos-. ¿Cómo las musas de
las historias, hijas de Zeus y Mnemosine?
-¿Acaso
hay otra musas? –preguntó a su vez Talía.
Demetrius
miró a la dulce joven y se alejó un par de pasos, reteniendo una de las manos
de ella entre las suyas.
-¿Habéis
venido a ayudarnos? –sus ojos estaban brillantes y esperanzados.
-Claro.
Ambos
sonrieron.
-En
realidad hoy solo estábamos aquí para observar –intervino Melpómene-. Pero
parece ser que mi hermana se ofendió ante las burlas de Denes.
El
mencionado agachó la cabeza, ligeramente avergonzado.
-¿Y
tú eres…?
-Melpómene,
musa de la tragedia y el drama –sonrió levemente.
-¿El
destino nos bendice con la presencia de dos musas? –exclamó sorprendido
Demetrius.
-Las
Moiras no han intervenido en esto, no controlan cada detalle, por mucho que
quieran hacer creer que sí –Talía rio.
-¿Pretendes
llevarles también al Olimpo, hermana? Tu lengua está demasiado enérgica hoy.
-De
acuerdo, ya no diré más -dijo no queriendo iniciar una nueva discusión.
Repentinamente
Demetrius se echó a reír, viendo en las riñas entre las musas el mismo afecto
que tenía por su propio hermano, a pesar de las muchas disputas que tuvieran.
-Tu
perfecto muchacho parece reírse mucho a nuestra costa, querida hermana –dijo Melpómene
en tono mordaz.
-Oh,
por favor, no empieces –contestó Talía rodando los ojos-. Juro que renunciaría
a parte de mi sentido del humor con tal de que contribuyera a aumentar el tuyo,
o mejor dicho, a hacerlo existente –añadió sonriendo con un ligero brillo de
malicia en los ojos.
La
altiva musa no se molestó en buscar palabras con las que responder a su
hermana. Se limitó a mirarla con la barbilla alta, para después acercarse, casi
inconscientemente, unos pasos en dirección a Denes.
-Será
divertido tratar de poner nuestras ideas en orden con dos musas que son tan
contrarias la una de la otra –espetó éste.
-Lo
dices como si entre nosotros no fuéramos igual de contrarios que ellas –dijo Demetrius
en tono burlón.
-¡Silencio!
–gritó Talía con esa voz alegre y dulce que la caracterizaba-. Estoy segura de
que habrá una manera de introducir vuestro terrible fatalismo en nuestra magnífica
visión de la alegría campestre.
-Sin
duda hemos de temer a mi hermana –susurró Melpómenes inclinándose hacia Denes-.
Creo que es, sin lugar a dudas, la más terca de todas las musas.
Y
con este último comentario, los dos amantes de la naturaleza echaron a reír,
incitando incluso a sus dos contrarios amantes de la tragedia a dibujar en sus
rostros unas ligeras sonrisas que darían paso a una tarde repleta de ideas y
risas que los dos hermanos nunca conseguirían olvidar.
Muy buenas!! Mientras escribía este relato de las musas (que como podéis ver en este caso es de dos de ellas, las del teatro, como ya hace tiempo creo recordar que mencioné que haría), iba pensando que estaba metiendo demasiados detalles que podrían ser desconocidos si no se sabe mucho de mitología griega, así que para que no haya problemas, dejo aquí explicadas algunas cosillas:
-En primer lugar, dicteriades, auletrides y hetairaes, son básicamente las "señoritas de compañía" (para lo menos finos: prostitutas) de la Antigua Grecia. Las primeras son las de menor rango, las que podrían considerarse del pueblo llano, más asequibles. Las segundas dan sus servicios a la clase media, por lo que deducimos que sus salarios y condiciones son mejores que las que las primeras. Y las última serían las que hoy llamamos "de lujo", considerablemente parecidas a las cortesanas que a cambio de sus servicios recibían de sus protectores un lugar donde estar y una considerable cantidad de lujos, que vivían bastante bien, todo hay que decirlo.
-Lo siguiente es hablar sobre el mencionado "Pan". Es el dios de la sexualidad masculina, pero también se lo asocia con el campo y la naturaleza, es algo así como el dios de los pastores, y se dice que tocaba la flauta de pan (creo que más adelante entenderéis porque menciono esto), por lo que me pareció conveniente relacionarlo de alguna manera con Talía. Que yo conozca, no se les relaciona directamente ni hay ningún mito en el que estén implicados, pero esto lo escribo yo y me parece que en el fondo en la mitología griega todos estaban liados con todos jaja [Conclusión: que me apetecía meter datos varios de la mitología griega como me apetecía, básicamente].
-Como habréis notado, menciono el nombre de bastantes musas en este relato. Ya conocéis a Eritó, musa de la poesía amorosa, pero en este caso he mencionado también a Urania, musa de la Astronomía y Filosofía, amante de las ciencias exactas como las matemáticas. Y también se menciona el nombre de Euterpe, en este caso musa de la música instrumental, en especial relacionada con la flauta (este es el momento en el que tendrías que pensar en cierta parte del relato, en el paréntesis de más arriba y decir: Aaaah, claro!! xD).
-La creencia más extendida en el mito de las musas es que son hijas de Zeus y Mnemosine (diosa de la memoria), como he indicado en el relato, pero lo cierto es que en otra creencia algo menos extendida se dice que podrían ser hijas de Urano y Gea (ambos titanes), pero lo cierto es que esta versión no me terminaba de gustar así que me decanté por la creencia más popular, que a mí forma de pensar concorda más, ya que todos sabemos lo promiscuo que era Zeus.
Y con esto creo que he dicho todo lo que tenía que decir sobre aclaraciones jaja
Como más información, estoy escribiendo el siguiente capítulo de Besos de Rubí, y el resto de relatos de las musas (quedan 4) no creo que tarde mucho en ir subiéndolos, espero que anden casi terminados entre septiembre y octubre (como he dicho, ESPERO jaja).
Bueno, esta entrada ya es suficientemente extensa. Si queda alguna duda, no dudéis preguntar en los comentarios.
Como más información, estoy escribiendo el siguiente capítulo de Besos de Rubí, y el resto de relatos de las musas (quedan 4) no creo que tarde mucho en ir subiéndolos, espero que anden casi terminados entre septiembre y octubre (como he dicho, ESPERO jaja).
Bueno, esta entrada ya es suficientemente extensa. Si queda alguna duda, no dudéis preguntar en los comentarios.
Saludos!!
Ya que lo llevo pensando xD te gusta mucho la mitología griega verdad? XD recuerdo que en la secundaria nos dejaron un proyecto de una recopilación e.e y yo no sabía de que hacerla y acabe por la mitología griega JHAJHAJAHJAHA total que me quede tan metida en el libro del que iba a sacar las fichas que hasta me empezó a gustar la mitología jhajahjahah xD pero a ti te gusta demasiado :3 se nota a simple vista :3 ESPERO CON ANSIAS BESOS DE RUBÍ!!!!
ResponderEliminarMe dejaste picada con los hermosos capítulos de la entrada 100 :3
Te mando un saludo!!! :3