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viernes, 6 de julio de 2012

A contra reloj


Hey, bloggeros! ¿Qué tal os van las vacaciones? =D
Hoy os tengo listo un capítulo nuevo de "Besos de rubí", que ya casi tenía terminado y en un rato hoy me he dicho: "Vamos a ello!!" Así que aquí os lo dejo =)
Y (sobre todo dirigido a Kashmir ;D) el relato mitológico en el que estoy trabajando.... digamos que está casi terminado, la pega es que lo he leído y me han dado ganas de estrangularme a mí misma. En serio, terrible. Lo he enfocado de una manera... curiosa, que en sí me gusta, pero más que una historia parece una clase de mitología y, aunque a mí la mitología me encanta y no me harto de leer cosas sobre ella, no tengo intención de dedicarme a dar clases de mitología griega por blogger jaja Así que voy a empezarlo de nuevo y voy a tratar que sea más llevadero, que englobe un poco a todos los dioses y se pueda explicar un poco la relación entre ellos y más o menos cómo es cada uno. Me llevará un tiempo resolver cómo plasmar de forma entretenida todo lo que he aprendido en estos días leyendo sobre mitología, pero yo no me rindo, ya conseguiré resolver eso xD
Pues no me enrollo más, un beso y bye ;)


Capítulo 2: A contra reloj

Cassandra estaba impaciente, miraba su reloj cada escasos segundos, maldiciendo interiormente a la persona o cosa que había hecho que su avión se retrasase más de una hora, Según su plan inicial, y si los horarios del avión fuesen como debía, llegaría a Florencia con el tiempo justo para subir a la suite de su hotel, acicalarse y ponerse un atuendo más formas, antes de dirigirse rápidamente a la reunión con aquel rico e inteligente hombre al que sus jefes se habían propuesto convertir en inversor. Con el fastidioso retraso del vuelo tendría que llegar tarde por fuerza, pues no estaba dispuesta a encontrarse con aquel hombre antes de ducharse y cambiarse de ropa.
Llevaba demasiado tiempo sentada en aquel sillón de primera clase, o por lo menos demasiado para lo que ella podía resistir, y aún tenía que soportar otras cuatro horas a que llegara el ansiado aterrizaje. La joven se levantó de su asiento estirando sus largas y entumecidas piernas y puso rumbo al aseo con la intención de refrescarse la cara. Lo cierto era que había estado durmiendo durante las casi seis horas que llevaban de viaje, puesto que el entretenimiento no abundaba por allí y las lascivas miradas de algunos jóvenes y galantes empresarios que trataban de seducirla con una insinuante sonrisa la incomodaban enormemente. Cuando volvió del lavabo, una bonita azafata de pelo corto rubio y mirada verde intensa aguardaba cerca de su asiento con una bandeja donde reposaba un cocktail de tonos rojizos y anaranjados adornado con una rodaja de naranja y una guinda.
-Señorita Diamantidis, aquel caballero me ha pedido que le traiga este cocktail de su parte –dijo la azafata con una inocente sonrisa.
-Muchas gracias –dijo ella respondiendo a su vez con otra sonrisa pero sin coger la copa-, pero dígale al caballero que cuando desee tomar un cocktail seré yo misma quien lo pida. Pero gracias de todos modos.
 Cassandra observó a la azafata mientras se iba con pies ligeros, para después acercarse al que debía ser el hombre que quiso invitarla a una copa. Cuando la azafata le transmitió el mensaje de la chica, o al menos eso creía Cassandra que hacía, el hombre tomo la bebida, dio un trago, saboreando el sabor afrutado del cocktail, y le dedicó una sonrisa con descaro. Aquello crispó a Cassandra, quien, con un brusco movimiento, volvió la cara hacia la ventanilla del avión y decidió que no estaría mal volver a resguardarse entre los brazos de Morfeo.

Cassandra despertó apenas media hora antes de que el avión, al fin, llegara a Florencia. Repasó en su cabeza una y otra vez lo que sus jefes le habían repetido hasta la saciedad que hiciera: aquel mismo día se reuniría con Domenico Di Gennaro, para tantear el terreno e interesarle en la oferta de sus jefes y trataría que aceptara otra reunión. Si conseguía esto sus jefes llegarían a Florencia dos días después y expondrían detalladamente todo lo que llevaban meses pensando para atraer al codiciado empresario italiano y, si conseguían convencerlo del éxito de sus ideas, cosa en la que pretendían que Cassandra ayudara de forma algo extra-profesional, tendrían un buen negocio entre manos.
Saturada y distraída entre aquellos pensamientos se encontraba Cassandra cuando, inexplicablemente, mientras caminaba todo lo rápido que podía para recoger su maleta, sus altos tacones se enredaron, haciéndole perder el equilibrio y precipitarse hacia el grisáceo suelo del aeropuerto. Pero medio metro antes de caer y sufrir uno de los mayores bochornos de su vida, se vio envuelta en los brazos firmes de un hombre alto y vestido de traje.
-¿Se encuentra bien? –preguntó este con un matiz de preocupación en la voz.
-Sí, perfectamente –contestó ella con las mejillas encendidas liberándose de los brazos del hombre con premura-. Gracias por la ayuda –añadió aún sin mirarle mientras escapaba de allí con la intención de coger su maleta y desaparecer lo antes posible, algo que el hombre no parecía que fuera a permitirle.
-No hay que darlas, señorita… ¿Cómo se llama? –preguntó con un ligero tono pícaro.
-Disculpa mis modales, pero ni te voy a dar mi nombre ni creo que de verdad te interese. Ahora tengo muchas cosas que hacer y nada de tiempo para fingir que me interesa conversar contigo –Cassandra fue directa y, una vez más, su sinceridad se abrió camino antes que las normas mínimas de cortesía que su trabajo le había enseñado-. Gracias de nuevo –y en aquel instante se giro para observar el rostro de su interlocutor quien, para su sorpresa, era el mismo que había tratado de invitarla a un cocktail-, y adiós –añadió aún más molesta.
Y tras esto, y arrastrando su maleta beige tras ella, salió del aeropuerto como alma que lleva el diablo, se subió en un taxi y puso rumbo a su hotel.

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            Domenico sonrió ante la precipitada huída de aquella pelirroja. Tenía carácter, eso nadie podía dudarlo y era bella como ninguna. Sus chispeantes y profundos ojos lapislázuli eran desafiantes, lo que para Domenico denotaba un fuerte carácter que encerrada a una mujer apasionada y de buen corazón incomparable a ninguna otra. Desde luego, aquellos economistas neoyorkinos tenían verdadero interés en atraer su atención, pues mandando a semejante mujer a convencerle, casi podía empezar a plantearse el comenzar a hablar de negocios.
            Recogió su maleta con parsimonia y salió de allí con total tranquilidad mientras una sonrisa divertida se dibujaba en su rostro. Allí estaba ella, entregando su maleta a un taxista para después introducirse ella en la parte trasera del vehículo, con un movimiento que estaba seguro ella no advertía lo sensual que podía llegar a ser. Acto seguido él se dirigió hacia el coche negro que esperaba para recogerlo. No la molestaría más, no por el momento, pues en una escasa hora se encontraría con ella en un acogedor restaurante cercano al hotel donde ella se alojaba, y disfrutaría sacando a la luz el fuerte temperamento de semejante mujer.

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            El trayecto hasta su hotel no fue especialmente largo, pero a Cassandra le pareció eterno. Tenía algo más de media hora para ducharse y arreglarse, algo que la desesperó. Nunca resultó ser una de esas mujeres que gastan horas y horas frente al espejo, pero, incluso ella, necesitaba más de media hora para prepararse para aquella reunión.
            -Vamos, vamos –dijo sin darse cuenta tratando de meterse prisa a sí misma mientras introducía la tarjeta de su habitación en la ranura-. ¡Maldita sea! –exclamó cuando, al entrar precipitadamente, se tropezó con su maleta y estuvo a punto de caer-. Está bien. Recuerda lo que decía la abuela: las prisas no son buenas compañeras –se dijo a sí misma cerrando los ojos unos instantes.
Tras esto se puso en movimiento a toda prisa. Cerró la puerta de la habitación con un movimiento de cadera, arrojó su equipaje a un sillón que allí había y fue al baño a toda prisa, dejando un rastro de prendas de ropa hasta la ducha. El tiempo corría en su contra, pero encontraría la manera de llegar a la reunión, y arreglada para ello, fuera como fuera. 

2 comentarios:

  1. He leído el primer cap & este que acabas de subir y sinceramente sólo tengo que decirte una cosa:

    Eres una genio!! Me encanta, me encanta. Me gustó mucho!

    Me imagino quién podría resultar como nuevo padrino porque sería irónico & chistoso >< Ya quiero leer sobre esa reunión!

    Esperaré para el relato lo que sea necesario, no te preocupes por eso.

    Muchos Besos!

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  2. Woooo, ya, debo admitir que te envidio (sanamente) por cómo escribes, es que eres genial! De verdad :) me gustó mucho el capítulo, está excelente y nada... Quedé intrigada... O sea que ese caballero es el de la reunión? Mmm ya quiero saber cómo se tomara esto Cassi :3.
    Un abrazo!

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