Muy buenas!! Aquí tenemos la entrada numero 100!! Por fin ¿no? Sé que llegó con esta entrada bastante más tarde de lo que debería. De hecho, más tarde de lo que yo misma pensaba a sabiendas de que acabaría atrasando el momento de publicarla (que es algo que inevitablemente acaba pasándome siempre).
Pero ya no hago esperar más!! Aquí está el DOBLE CAPÍTULO (tomaos vuestro tiempo para leer tranquilamente). El problema para subirlas radicaba básicamente en mi incapacidad para terminar el capítulo 13. En el fondo no sé si de verdad me gusta el final, pero bueno, espero que lo compense con ciertos momentos que, a mí personalmente, me ha encantado escribir.
Un beso y no me enrollo más, ¡¡os dejo leer!!
Capítulo 12
-No
estabas durmiendo, ¿no? –Domenico se mostraba algo arrepentido y nervioso.
-Tranquilo.
Alice acaba de irse –estiró la mano y encendió la luz de la mesilla.
-Quería
hablar contigo –continuó.
-Eh…
claro, dime, ¿de qué quieres hablar? –su voz era algo insegura.
Domenico
sabía que ella trataba de hacer ver que no pasaba nada, que no había nada de lo
que hablar. Se pasó una mano por el rostro y emitió un fuerte suspiro.
-Sabes
perfectamente de qué quiero hablar –su tono ya no vacilaba, más bien era de
rendición-. Si vas a hacer como que lo de esta mañana no ha ocurrido, perfecto.
Pero vas a escucharme primero.
-¿Y por
qué diablos hay que hablar de ello? Olvídalo, no pasó nada –del repentino cabreo
se levantó de la cama en un brusco movimiento.
Ambos
permanecieron en silencio, Cassandra molesta por tener que hablar de algo que
ella solo quería olvidar, Domenico mirándola con sus ojos grises cada vez más
oscuros, percatándose del corto camisón negro que llevaba puesto. Esto último
llamó la atención de ella, que en ese momento se dio cuenta de que esa noche,
ante la insistencia de Alice, se había puesto una de sus prendas de dormir más
ligeras.
Domenico
dio un par de pasos hacia ella. Ninguno hablaba, Cassandra no se movió ni un
milímetro. Interiormente se maldecía a sí misma por ser consciente de que todo
aquello no debería estar pasando, que la locura de esa mañana no podía
repetirse, y a pesar de ello no ser capaz de deshacerse de la malditamente deliciosa
electricidad que la recorría de pies a cabeza.
-Esto no
está bien –susurró, sin darse cuenta, lo suficientemente alto como para que él
lo escuchara.
-¿Y por
qué? –no se molestó en susurrarlo, quería que lo oyera.
-Porque
no –está vez si quería que él se enterara-. Nadie inteligente se deja llevar
por la atracción, no puede ser de otra manera.
-¿Entonces
admites que te atraigo? –le dedicó una sonrisa torcida y pícara.
-¡No!
Puede… ¡no lo sé! –se desesperó y se dejó caer de nuevo entre las almohadas-.
Tenía once años el día que dejé de creer en el amor. Y con ello decidí también
que jamás me dejaría llevar por algo tan absurdo como la atracción.
-No es
absurdo –negó Domenico con la cabeza, y se acercó hasta sentarse a su lado en
la cama-. Algo tan natural no puede ser absurdo.
-Lo es
–insistió ella-. La atracción puede llevar a algo más, y ese algo puede
destrozar a uno.
-No me
lo creo –emitió una risa seca-. Resulta que eres La Reina del Hielo por miedo a
que te rompan el corazón.
-No tengo
miedo –casi gritó ella.
-Lo
tienes –repitió-. ¿Nunca te has involucrado con un hombre por ello?
Cassandra
captó el doble significado de sus palabras.
-He
estado con hombres, no soy ninguna santa –declaró mirando a otro lado con la
barbilla alzada-. Pero no he querido tener relaciones largas. No estoy hecha
para ellas.
-¿No
estás hecha o no quieres estarlo?
-¿Acaso
importa?
Domenico
no contestó a aquello. Claro que importaba, y mucho, pero no quería insistir.
Jamás ganaría en una guerra verbal con ella. Pero…
-Está
bien, como quieras –fingió rendirse-. No insistiré más.
-Bien
–respondió secamente ella.
-Bien
–repitió él.
La
notaba cerca, muy cerca, tumbada de espaldas a él. Tan solo unos centímetros y
podría tocarla. Deslizó la mano lentamente sobre las sábanas de seda y rozó su
espalda sutilmente.
-Domen…
–quiso quejarse ella.
-Ssshhh.
Volvió a
rozar su espalda y deslizó la mano sobre ella hasta su cuello, agachándose para
depositar un tierno beso sobre él. Notó el escalofrío que la recorrió.
-¿De
verdad eres capaz de decirme sin ninguna duda que esto es absurdo? –preguntó
con voz grave.
Ella
asintió.
-¿Y
esto? –se inclinó de nuevo y depositó un reguero de besos desde su cuello hasta
la comisura de los labios.
De nuevo
ella asintió, aunque el estremecimiento que acompañó el movimiento de cabeza le
quitó gran parte de convicción.
-Al
diablo las sutilezas –exclamó él, y tomando con una mano su barbilla para girar
su cabeza estampó los labios sobre los de ella sin darle tiempo a que tratara de
evitarlo.
Aquello
fue distinto a lo de aquel día en su apartamento, muy distinto. En apenas unos
segundos había conseguido atraerla hasta sus brazos, enredar los dedos en su
pelo y tenerla a su merced. Profundizó el beso, obligando a la lengua de ella a
enredarse con la suya propia. Podía notar que el aire abandonaba sus pulmones
pero no separó sus labios de los de ella, no podía. Tenía el horrible
presentimiento de que si lo hacía, aquello no volvería a repetirse. No podría
convencerla con palabras, había llegado a la conclusión de que sería imposible,
pero aquello era una muy distinta forma de convicción. Y rogaba como nunca lo
había hecho porque aquello funcionara, aunque fuera un poco.
Apretó
el cuerpo de ella al suyo. No iba a llegar más lejos de aquello, no aquella
noche al menos. No sería justo para ninguno de los dos. Y con ese pensamiento,
y temiendo por su autocontrol y sus pulmones, rompió el contacto bruscamente y
caminó en dirección a la puerta.
-Buenas
noches, Cassandra, que descanses.
Abrió la
puerta y se marchó, dejando tras de sí a una muy temblorosa Cassandra que
gritaba interiormente por la confusión que la embargaba.
…………………………………………………………………..
-En
seguida bajo –Alice susurraba a su móvil-. Dame un minuto.
Colgó, abrió
el armario rápidamente y se vistió con unos pantalones cortos vaqueros y una holgada
camiseta blanca. Sin perder un segundo, cogió unas zapatillas bajas de tela que
aún estaban en el suelo y salió de su habitación con el máximo sigilo. Cuando
llegó al final del pasillo sin incidentes y comenzó a bajar las escaleras
suspiro.
“Es
ridículo que con 22 años tenga que salir a escondidas” pensó, pero aun así
continuó en absoluto silencio.
-¿Alice?
–no era otra sino Carola Bianchi quien se encontraba en el extremo izquierdo
del pasillo mirándola con el ceño fruncido.
-¡Abuela!
¿Qué haces despierta a estas horas?
-Eso
mismo iba a preguntarte yo, jovencita –se carcajeó la mujer-. ¿Escapándote para
ver al novio? –la sonrisa pícara de su abuela no pasó desapercibida para ella.
-Claro
que no. Solo es Giulio, quiere hablar conmigo.
-¿El
mayor de los Cacciatore? –preguntó Carola tratando de hacer memoria.
-No,
abuela, ese es Stefano. Giulio es el pequeño –Alice no pudo evitar reírse.
-Cierto
–asintió también riendo.
Las dos
se miraron durante unos segundos, sin decir nada.
-Abuela,
de verdad tengo que irme. Hasta mañana, descansa. Te quiero –lanzó un rápido
besó en su dirección y se fue escaleras abajo.
Carola
se apoyó en la barandilla de madera oscura y observó a su nieta salir de casa
apresuradamente. Sonrió y se giró con la intención de volver a su cuarto,
olvidando el motivo por el que había salido en primer lugar.
-¿Dónde
va Alice a estas horas? –la voz a su espalda provocó que diera un pequeño bote.
-¿Qué…?
–comenzó a decir, ligeramente sobresaltada-. Cassandra, preciosa, eres tú. Le
has dado un susto de muerte a esta anciana.
-Lo
lamento Carola –se disculpó-. No era mi intención asustarla. Iba a la cocina a
coger un vaso de agua –eso no era del todo cierto, pero no había mentido mucho
tampoco.
-¡Oh! Me
has recordado por qué había salido yo de la habitación –Carola sonrió-. Y creo
haberte dicho esta tarde que no me gusta ser tratada de usted.
Cassandra
asintió y se acercó a ella.
-Vamos a
la cocina –dijo alegremente la mujer tomando el brazo de Cassandra e
incitándola a bajar por las escaleras.
-Pero…
-trató de protestar.
-Pero
nada –sentenció la mujer con voz alegre-. Vamos a ver que encontramos en la nevera
de mi hijo.
Una vez
sentadas en la mesa de la cocina con un vaso de vino delante de cada una y una
caja de bombones entre ambas Carola comenzó a hablar animadamente.
-Adoro
el chocolate tanto como mi nieta, pero lo creas o no es una debilidad. En todos
los años que llevo con Giacomo jamás he sido capaz de enfadarme por mucho
tiempo con él. ¡Siempre me regalaba una caja enorme de los mejores bombones!
Cassandra
rio y se inclinó en la mesa para tomar un cuadrado de chocolate negro.
-¿Tiene
usted…? –se interrumpió a sí misma ante la mirada reprobatoria pero divertida
de Carola-. Quiero decir, ¿tienes por costumbre tomar un vaso de vino con
chocolate de madrugada?
La mujer
sonrió, haciendo brillar sus ojos verde esmeralda iguales a los de Alice.
-Tengo
que decir sí a lo del chocolate –emitió una graciosa carcajada-. Pero he visto
la botella en la nevera y me ha parecido buena idea.
-Gran
idea –sonrió.
-Tengo
que confesarte algo –dijo de repente Carola-. Muero de ganas de preguntarte que
os traéis mi nieto y tú. Pero –prosiguió cuando Cassandra trató de decir algo-,
no lo haré. Me recuerdas a mí de joven. Terca, independiente, fuerte. Pero ni
siquiera nosotras estamos exentas del amor, querida. Llegará el día en el que
alguien tenga tanta devoción por enamorarte que lo conseguirá.
Cassandra
bajó la vista hacia el bombón que sostenía entre el pulgar y el índice, un
perfecto corazón mitad blanco mitad negro, y lo miró pensativamente.
-Y los
Di Genaro son unos maestros en cuanto a enamorar se trata, siempre consiguen lo
que quieren –añadió Carola sonriendo-. Bueno, querida, mañana comeremos en la
ciudad, será mejor dormir. Buenas noches.
Y con
una gran sonrisa y un roce a las manos de Cassandra, la mujer salió de la
cocina en dirección a las escaleras.
Cassandra
se comió el bombón y guardó todo en la nevera. A continuación subió las
escaleras decididamente, aunque temblando en el interior al pensar que las
palabras de la segura mujer se hicieran realidad.
…………………………………………………………………..
-Tengo
que volver a casa. Son casi las cuatro, y mañana salimos todos a comer fuera.
Lo siento –tras depositar un ligero beso en la mejilla del chico, Alice salió
corriendo sobre la hierba húmeda que se extendía por parte de la propiedad.
Recogió
su vieja bicicleta, que hoy le había sido de lo más útil, y comenzó a pedalear
con fuerza hacia su casa. Estaba agotada. Necesitaba dormir urgentemente o por
la mañana nadie conseguiría sacarla de la cama.
No tardó mucho en llegar, aunque el camino se le hizo
demasiado largo a ella, dejó la bicicleta en el cobertizo del jardín trasero y
entró en casa en silencio. Subió las escaleras rápidamente y abrió la puerta de
su habitación. Sin siquiera molestarse en encender la luz se quitó las
zapatillas y los pantalones y se dejó caer en la cama cerrando los ojos. Rodó
sobre sí misma para ponerse de costado y abrió los ojos un instante para comprobar
la hora. Un espeluznante chillido escapó de su garganta cuando vio que en el
espacio que debería estar vacío a su lado había alguien cubierto por una manta.
Su grito espantado despertó a toda la casa. En pocos minutos
Domenico, Ettore y Giacomo estaban en su habitación, mientras Apprile y Carola
observaban desde la puerta. Cuando Ettore encendió la luz la escena que estaba
ante sus ojos no fue para nada lo que esperaba. Alice agarraba una almohada en
alto al pie de la cama mientras una muy adormilada Cassandra la miraba aún tumbada
sin entender nada.
-¿Qué
demonios pasa aquí? –Domenico fue el primero en hablar.
-¡¿Cassandra?!
–exclamó Alice.
-¿Por
qué está aquí todo el mundo? –preguntó ella frotándose los ojos, sin ubicarse
del todo.
-¿Qué
pasa? ¿Por qué has gritado, Alice? –preguntó Apprile con gesto preocupado
entrando en la habitación.
La
habitación se quedó en silencio unos instantes hasta que Cassandra, ya má
despierta, carraspeó.
-Es
culpa mía –intervino-. Quería hablar con Alice y debí de qued…
-¡No!
–exclamó de repente Alice-. He sido yo. Es que… estábamos hablando y debimos de
quedarnos dormidas. Me he despertado y no recordaba que ella estaba aquí.
Cassandra
la miró extrañada, y Alice le devolvió una insistente mirada para que
acreditase su historia.
-¿Seguro?
–insistió Ettore.
-Claro
–mintió-. Ha sido todo una confusión.
-¿Y
pretendías defenderte de tu agresor imaginario con una almohada, niña? –se
carcajeó Giacomo.
Alice lo
miró con el ceño fruncido pero no dijo nada. Repentinamente Carola dejó escapar
una sonora carcajada.
-Vamos,
vamos, ya veis que ha sido todo una tontería –la mujer apremió a todos a salir
de la habitación-. Dejemos a las chicas recuperarse de este susto tan tonto y
vamos todos a dormir.
Domenico
se quedó en el sitio, mirando a ambas con desconfianza.
-Vamos
–Carola le tomó del brazo.
Cuando
todo el mundo salió de la habitación, Alice suspiró fuertemente.
-Lo
lamento mucho, no pretendía asustarte –se disculpó Cassandra, ya totalmente
despierta e incorporada en la cama.
-No pasa
nada –le quitó importancia Alice, que se sentó junto a su amiga-. Pero me has
dado un susto de muerte. ¿Qué haces aquí?
-No
creía que fueras a tardar demasiado, así que me quedé esperando a que llegaras.
Debí de quedarme dormida, lo siento –bajó la mirada.
-Bueno,
el susto nos lo hemos llevado todos –se rio ella.
Cassandra
la imitó, ya más animada.
-Por
cierto, ¿de dónde vienes a estas horas? ¿Y por qué has mentido a tu madre?
-Bajé a
hablar con un amigo un momento, pero se nos pasó el tiempo volando. Y prefiero
que mamá no sepa de mi escapada nocturna. Queería que le relatase hasta que
parte del césped pisé –explicó.
-¿Un
amigo? –Cassandra mostró una sonrisa pícara-. ¿Era Filippo?
-Nada
que ver –negó Alice-. Es hijo de los propietarios de la finca más cercana. Mi
familia y la suya se llevan bien desde hace ya muchos años. Hacía tiempo que no
nos veíamos y quería ponerse al día antes de la fiesta, ya sabes, ese día va a
ser una verdadera locura, no habrá mucho tiempo para charlar.
-Cierto
–concordó pensativamente.
Alice
sonrió dulcemente y se recostó en la cama.
-Por
cierto –dijo Cassandra de repente-. Sé que estás… ¿castigada? Suena raro decir
eso de una chica a punto de cumplir 22 años, pero bueno –rio-. Es tu cumpleaños
y no tengo nada que regalarte. Decía en serio lo de un día de compras pagado
por mí, hablaré con tu madre, y puede que así mañana podamos ir a comprar unas
horas después de comer. Al fin y al cabo, no sé qué debería ponerme para tu
fiesta de cumpleaños y me gustaría comprarme algo. ¿Te parece bien?
Alice se
echó a reír y rodeó a Cassandra con los brazos.
-¿Dónde
has estado todos estos años? Eres la hermana que siempre quise tener.
Cassanda
sonrió en respuesta.
-De aquí
para allá –bromeó-. Yo también te aprecio. Adoro a mi hermana pequeña, pero no
se pueden hablar ciertas cosas con crías de trece años.
-¿Hermana?
¿Tú no tenías dos hermanos? –preguntó Alice confusa.
-Por
parte de madre –aclaró-. Dafne es hija de mi padre y su actual mujer.
-Oh,
¿tus padres están separados? –Cassandra asintió-. Lo siento.
-No lo
hagas, era lo mejor para todos –dijo simplemente.
Un
extraño y ligeramente incómodo silencio se hizo con la habitación.
-¿Sabes?
En realidad tengo otro hermano –dijo Alice cambiando de tema.
-¿Qué?
–Cassandra la miró sorprendida.
-Sí, es
hijo de mamá. Se quedó embarazada muy joven y su novio huyó. Siempre dice que
papá llegó como su ángel de la guarda. Trabajaba como camarera cuando se
conocieron.
-Debió
de pasarlo mal –contestó pensativa y con un nuevo sentimiento de compasión
hacia Apprile-. ¿Y por qué no está por aquí tu otro hermano?
-Nunca
está en casa. En realidad ni Domenico ni yo nos llevamos bien con él. No es
porque no sea completamente hermano nuestro –se apresuró a explicar-. Es solo
que no aguanto su personalidad. Solo espero que no venga a la fiesta pasado
mañana.
Después
de eso Cassandra ya no sabía cómo desviar la conversación hacia caminos más
irrelevantes, así que pasado un rato se levantó con la intención de volver a su
habitación a dormir algunas horas.
-¿Dónde
vas? –Alice la miró con el ceño fruncido, un gesto que quedaba muy gracioso en
ella.
-Es muy
tarde, Alice. En un par de horas amanecerá y tú ni siquiera has echado una
cabezada.
-Podrías
dormir conmigo está noche –había cierta súplica en sus bonitos ojos verdes-. De
todos modos ya estabas durmiendo aquí antes. Quédate.
-Está
bien, como quieras –le concedió.
Se
deslizó bajo las sábanas al lado de Alice y le dedicó una sonrisa. Alice
presionó el interruptor de la luz, dejando la habitación a oscuras, y después
se acurrucó junto a Cassandra, suspirando por el cansancio. Habían pasado ya
varios minutos, y ambas estaban a punto de caer en un profundo sueño cuando
Alice murmuró algo en un tono muy bajo y con voz adormilada.
-Mañana
me contarás eso que querías hablar conmigo.
Cassandra
murmuró un inconsciente asentimiento y no muchos minutos después ambas tenían
los párpados fuertemente cerrados y el sueño se había apoderado de ellas.
Capítulo 13
A las
ocho de la mañana Domenico se levantó rebosante de energía. Aquella noche había
descansado más que en los últimos días juntos. Se duchó, se vistió con unos
vaqueros oscuros y una camisa azul por fuera del pantalón y se dirigió a la
habitación de su hermana con intención de sacarla un poco de quicio como cuando
eran pequeños. Abrió la puerta sigilosamente y se adentró despacio en la
habitación, que estaba a oscuras.
-Ali,
ali, hora de despertar de tu país de las maravillas –esa era la burla que
siempre entonaba de pequeño para despertarla.
Se
acercó a la cama y se sentó en un lado, palpando lentamente las sábanas hasta
dar con el abdomen de su hermana, donde comenzó a hacer cosquillas a la par que
gritaba.
-Vamos,
Alice, hay que bajar a desayunar –continuó con las cosquillas mientras ella se
revolvía.
Fue unos
segundos después cuando la víctima de las cosquillas se incorporó en la cama
con gesto de enfado en su cara somnolienta.
-¿Qué
diablos? ¿Domenico?
Él se
quedó en el sitio cuando se dio cuenta que la voz no era la de su hermana.
-¿Mimmo?
–sí, aquella era Alice, en la otra punta de la cama-. ¿Se puede saber qué estás
haciendo?
Cuando
Alice presionó el interruptor de la luz y vio la escena a su lado se echó a
reír.
-Oh,
dios mío. ¡Pretendías despertarme como cuando éramos niños! ¡Con cosquillas!
–no paraba de reír entre frase y frase-. Podías haber comprobado que era yo
antes de atacar así a la pobre Cassandra.
Domenico
dio un par de pasos atrás lejos de la cama y no pudo evitar reír a la par que
su hermana.
-Perdón,
Cassandra, lo siento de verdad. Creía que te habrías ido a tu habitación
después del susto de anoche, no esperaba que fueras tú –junto las manos a la
altura del cuello intentando disculparse, pero aún entonces riéndose.
-No pasa
nada –le disculpó ella algo seria por la sorpresa, pero aun así divertida por
verse en una situación tan tonta como aquella-. Será mejor que me duche y me
vista. Os veo en el desayuno.
Salió de
la habitación rápidamente, tras despedirse de Alice con una pequeña sonrisa y
un movimiento de mano. Ella continuaba riendo, aunque ya más calmada.
-¿Cosquillas,
Mimmo?
-Olvídalo,
Ali. Ve a vestirte, te espero en el salón –se volvió hacia la puerta, pero ella
le rodeó el cuello con los brazos.
-No te
preocupes, estoy segura de que no se ha cabreado –depositó un beso en su
mejilla-. ¡Oh! Esta tarde vamos a comprar en la ciudad, Cassandra quiere
comprarse algo para la fiesta. No intentes convencer a mamá de que no me deje,
o lo pagarás caro.
Domenico
se dio la vuelta y la miró divertido.
-¿Lo
pagaré caro? –se burló.
-Mimmo,
se bueno por una vez. Y ahora sal de mi cuarto –lo empujó hacia la puerta y
cerró una vez estuvo fuera.
Domenico
rio. Sería bueno, sí, pero más por su beneficio propio que por el de su hermana.
Conociendo a Alice, obligaría a Cassandra a comprarse el vestido más
despampanante de todo el centro comercial, y esa era una visión que no querría
perderse por nada del mundo.
Bajó al salón, donde encontró a su padre leyendo el
periódico con un café en la mano y su abuelo viendo la televisión mientras
tomaba un zumo.
-Buenos
días –saludó alegremente-. ¿Algo interesante, abuelo?
-Bah
–espetó él presionando el botón de apagar-. Uno no puede entretenerse con nada
un jueves por la mañana.
-Te he
dicho que cogieras un periódico en vez de cambiar de canal continuamente, papá
–dijo Ettore riendo.
Giacomo
se levantó y se acercó a su nieto.
-Vamos a
ver si las damas han preparado el desayuno, estoy famélico.
Cruzaron
el salón en dirección a la cocina, de dónde provenía un delicioso aroma a
bollos recién horneados. Siempre había adorado a su madre por prescindir de
servicio en la cocina y encargarse ella misma de las comidas, y cuando su
abuela iba a visitarlos la cocina se volvía un lugar repleto de los más
exquisitos aromas.
La voz de las mujeres charlando llegó a ellos cuando se
acercaron a la puerta de la cocina.
-¿…te parece
encantadora? –decía Apprile.
-Por
supuesto, y además es toda una belleza –respondió Carola mientras sacaba una
bandeja de pastas del horno-. Estoy segura de que muchas matarían por tener
esos ojos azules y ese cabello como el fu…
-Dejen
de cotillear, queridas. Las mujeres siempre habéis tenido la lengua muy suelta
–interrumpió Giacomo riéndose.
-¿En busca
de comida, querido? –preguntó Carola sonriente.
-Mi
nieto y yo mataríamos por un poco de eso que acabas de sacar del horno, ¿verdad
Domenico?
Él pasó
la miraba de su madre a su abuela un par de veces y finalmente asintió.
-Por
supuesto.
-Pues
llevad eso al jardín mientras terminamos –Apprile señaló un par de bandejas con
jarras y platos con bollos cubiertos de chocolate.
-En
seguida –respondieron los dos hombres a la vez.
-Ah,
cariño, ¿sabes si están despiertas las chicas?
Domenico
miró a su sonriente madre, sosteniendo una bandeja con varias jarras de leche,
zumo y café.
-Despiertas
y vistiéndose. No creo que tarden mucho.
-Menos
que eso, hermanito –dijo Alice desde la puerta, con el pelo aún mojado recogido
en un moño alto-. Toda la casa huele a bollos y chocolate, necesito comer ya,
antes de morirme de hambre.
-Ve al
jardín. Y –Apprile la retuvo antes de que saliera-, coge el plato de pastas.
-Claro,
mamá –depositó un besó en su mejilla y salió afuera con el plato en la mano.
-Y tú,
llevas media hora ahí parado con la bandeja en la mano, ¡ve! –apresuró a
Domenico sonriente.
Solo
quedaban, de nuevo, las dos mujeres en la cocina, y se movían alegres, sacando
platos y vasos de los armarios y colocando las últimas galletas salidas del
horno en bandejas.
-Buenos
días –Cassandra entró a la cocina sonriendo, sacudiendo con una mano sus rizos
rojizos aún húmedos.
-Buenos
días, dulzura –Apprile sonrió con cariño.
-Oh,
estás preciosa –exclamó Carola-. Bonito vestido.
Cassandra
sonrió agradecida, al tiempo que se alisaba la falda del vestido color salmón.
-¡Cassandra!
–Alice entró en la cocina con su usual alegría-. Me encanta ese vestido. Vamos
afuera, o mi abuelo empezará a atacar los bollos glaseados sin ninguna
consideración.
Soltó
una alegre carcajada y arrastró a Cassandra con ella al jardín.
…………………………………………………………………..
-Oh,
dios mío –exclamó Alice cuando Cassandra y ella se alejaron de los demás dando
un paseo por el jardín después del desayuno.
-¿Ahora
qué ocurre?
-¿Qué
ocurre? –repitió sarcásticamente-. Tienes que contarme qué ocurrió ayer por la
noche, antes de que fueras a buscarme a mi cuarto.
-¿Qué?
–Cassandra tenía una mezcla de confusión y ganas de olvidar la noche anterior.
-Oh,
vamos, algo pasó ayer, sino no te habría encontrado durmiendo en mi habitación
a las cuatro de la mañana. Y la forma en la que te mira mi hermano…
-No me
mira de ninguna forma, Alice –rodó los ojos con cierto toque de exasperación.
-Por
supuesto que lo hace, solo que tú estabas demasiado ocupada evitando mirarle
como para darte cuenta –insistió con un tono de voz algo más alto.
-Yo no…
-Deja de
intentar negarme cosas que sabes que son ciertas y empieza a hablar ahora
mismo.
-Alice…
-Como
quieras, tendré que adivinarlo, no creo que sea muy difícil –sonrió orgullosa.
Cassandra
continuó andando. Sabía que Alice siempre acababa averiguando todo, era de esa
clase de personas con tino para las intuiciones, pero no estaba de más
aplazarlo un tiempo y forzarla a pensar las distintas opciones.
-¿Alguno
de los dos declaró estar profundamente enamorado del otro? –probó.
-¡Alice!
Como si eso fuera a ocurrir –exclamó alterada.
-Cierto,
sois demasiado orgullosos –declaró más para sí misma-. No puede ser que os
pelearais, Mimmo estaba alegre al levantarse, así que eso solo me deja una
opción.
Cassandra
se dio la vuelta y miró a la emocionada Alice.
-¡Te
besó! –gritó entusiasmada-. No trates de negarlo, tus ojos son fáciles de leer
y no mienten.
-Alice,
deja de gritar, antes de que hasta tu amigo Giulio se entere –trató desviar el
tema de una manera u otra.
-Ni lo
intentes –la descubrió Alice-. Todo lo que había que decir sobre él te lo dije
ayer. Ahora centrémonos. ¿Fue solo un beso? –preguntó seriamente.
-¿Cómo
que si…? –la mirada pícara de Alice le hizo entender-. ¡Claro que fue solo un
beso!
-Está
bien, tranquila, solo era una pregunta.
Miró a
Cassandra pensativamente y sonrió.
-Entonces
solo un beso, ¿qué tipo de beso? –siguió preguntando con interés.
-No
pienso responder a eso, ya sabes más de lo que deberías –ya no sabía cómo
detener la curiosidad de Alice.
-Aguafiestas
–murmuró-. ¿Y para qué querías hablas conmigo si no me ibas a contar todo?
-Por la
noche siempre estoy demasiado cansada como para razonar, ¡ni siquiera pensé lo
que iba a decirte!
-De
acuerdo, no presionarte, lo entiendo –la abrazó unos instantes y sonrió-.
Siento emocionarme a veces, pero es que… no tienes ni idea de lo genial que
sería ver a mi hermano sentando cabeza. No es ningún ligón, incluso eso sería
mejor que su inexistente vida amorosa, y parece que el trabajo le absorbe por
completo a veces.
-Trata
de meterte en el mundo de las finanzas y la economía, entonces entenderás por
qué los que nos dedicamos a ello carecemos de vida social –rio.
-Si la
abogacía es así, creo que acabaré muriendo –exageró llevándose una mano a la
frente-. Por cierto, papá ha hablado con unos de sus mejores amigos, que es socio
importante de un bufete de abogados. En noviembre empiezo a trabajar.
-¡Eso es
genial! Estoy convencida de que serás la mejor.
Alice
sonrió, y continuaron caminando en silencio, rodeando la casa hasta llegar al
jardín delantero, donde vieron acercarse a una furgoneta blanca.
-¿La
señorita Di Gennaro? –dijo el conductor cuando bajó.
-Soy yo
–contestó Alice adelantándose-. ¿Traen las flores?
-No,
señorita, venimos a instalar los equipos de sonido.
-Cierto
–meditó pensativa-. Le acompañaré en un segundo.
Se dio
la vuelta y volvió junto a Cassandra.
-Tengo
que indicarle donde tienen que colocar las cosas –le dio un rápido abrazo y
sonrió-. ¿Está bien si te dejo sola un rato?
-Claro,
ve a ocuparte de tu fiesta –sonrió.
Alice
comenzó a andar hacia la puerta principal cuando un pensamiento le cruzó por la
cabeza. Se giró rápidamente y miró a Cassandra con ojos suplicantes.
-¿Puedo
pedirte un favor?
-Por
supuesto, dime.
-Las
flores deberían haber llegado a primera hora de la mañana, he llamado un par de
veces pero no me han cogido el teléfono y no sé nada de ellas, ¿te importaría
acercarte al invernadero a preguntar? –los nervios afloraron repentinamente en
Alice.
-Solo
dime dónde tengo que ir.
-Bajando
la calle desde nuestra entrada, giras la tercera a la izquierda y sigues hasta
el final de la calle. Es un invernadero enorme, lo reconocerás. Muchísimas
gracias, Cassandra, me salvas la vida –sonrió radiantemente-. ¡Ah! Tú conduces,
¿verdad? Llévate mi coche, a esta hora el garaje está abierto, las llaves están
en un cajetín a la derecha, las primeras de la última fila.
-Está
bien, nos vemos en un rato.
Giró
sobre sí misma y fue caminando hacia el enorme garaje de la familia Di Gennaro.
Una vez entró y cogió las llaves, presionó el mando para averiguar cuál, de
entre la media docena de deslumbrantes coches que allí había, era el coche de
Alice. El precioso coche que se iluminó era un Maserati Ghibli, último modelo,
de un intenso color rojo que refulgía incluso en la tenue luz del garaje.
-Guau
–exclamó lentamente.
No se
imaginaba a ella misma manejando una máquina así, la potencia debía de ser
espectacular, pero en el fondo se moría de ganas por deslizarse por las calles
con él. Montó en el asiento del conductor, abrió con otro pequeño mando la
puerta del garaje y pisó el acelerador, sintiendo una fantástica sensación de
adrenalina corriendo por sus venas.
…………………………………………………………………..
Domenico
nunca había sido un hombre paciente, defecto que el mismo admitía abiertamente,
y tampoco era un hombre tranquilo. Claro, sabía disfrutar de un día de paz
cuando el trabajo le agobiaba, pero era incapaz de permanecer más de un día sin
tener algo que hacer. Se llamó tonto a sí mismo cuando se dio cuenta del motivo
por el que visitaba poco a sus padres, llevaba tan solo un par de días allí y
ya echaba en falta el ir y venir del trabajo. Recordaba haber recomendado a
Cassandra olvidarse del estrés y disfrutar de unas buenas vacaciones, cosa que
parecía haber conseguido a la perfección, pero él mismo era incapaz de seguir
su propio consejo.
Pensaba todo esto mientras estaba sentado en el salón,
pasando los canales de la televisión sin ninguna cosa que ver en realidad y
preguntándose dónde estarían Alice y Cassandra. Giacomo y Ettore habían salido
después de desayunar, seguramente estarían en el club que había no muy lejos de
su casa, tomando algo y charlando con los amigos de su padre antes de volver a
casa para recogerlos e ir a la ciudad a comer. Por su parte, Apprile y Carola
habían decidido visitar a sus vecinos más cercanos, los Cacciatore, y tardarían
al menos una hora más en regresar.
Suspiró y apagó la televisión. Se llevó a los labios el
vaso, ya casi vacío de cerveza, que tenía delante y lo vació de un trago, para
a continuación tumbarse cómodamente en el sofá y cerrar los ojos solo unos
instantes –como se dijo a sí mismo.
Cuando casi una hora más tarde su hermana le despertó con
un poco compasivo grito, se incorporó rápidamente y encontró a gran parte de su
familia mirándolo con sonrisa burlona.
-¿Qué? ¿Nunca
habéis visto a nadie durmiendo? –preguntó él malhumorado.
Después
de eso solo tardó unos minutos en subir a la habitación a echarse agua fría en
la cara y cambiarse de camisa, puesto que la que llevaba se había arrugado
considerablemente durante su pequeña siesta. Cuando bajó por las escaleras
parecía otra persona, y diez minutos después ya estaba conduciendo su coche, un
precioso Lamborghini descapotable negro que había comprado no muchos años atrás
y tenía siempre en casa de sus padres, acompañado de su padre y su abuelo.
Justo detrás de ellos refulgía el coche de Alice, donde iban las cuatro
mujeres, hablando entretenidamente.
La escasa media hora hasta la ciudad se pasó rápidamente,
y a la hora de comer todos estaban ya sentados cómodamente en uno de los mejores
restaurantes Siena, charlando y riendo de una manera que a Cassandra se le
atojo maravillosa. El amor en aquella familia era palpable, y la conversación
nunca faltaba, siendo siempre fácil y fluida.
-Querida
familia –dijo Alice levantándose cuando terminó su trozo de tarta de tiramisú-,
a Cassandra y a mí nos espera una intensa tarde de compras. Así que nos vemos
esta noche.
Cassandra
sonrió y apuró el último trozo de su pastel de Ricota.
-Hija,
acabamos de comer, tómate un tiempo para reposar el estómago. Tenéis mucha
tarde por delante –Apprile miraba con compasión a Cassandra.
-Por
favor, mamá. Sabes que no podrás retenerme más de cinco minutos. Déjanos
marcharnos ahora y te ahorrarás oírme rogar durante ese tiempo –Alice hizo un
puchero.
Su madre
la miró unos instantes, frunciendo el ceño, pero no tardó mucho en suspirar y
rendirse.
-Está
bien, como quieras. ¡Ve!
Alice la
abrazó efusivamente, y Cassandra se puso en pie con intención de seguirla,
riéndose interiormente por la actitud tan jovial -¿o más bien infantil?- de la
que hacía gala su nueva amiga.
-Antes
voy al baño –susurró mientras se dirigían hacia la salida.
-Está
bien, te espero en recepción.
Cassandra
entró rápidamente en el baño, y un par de minutos después salió por la elegante
puerta, dándose de bruces nada más dar un par de pasos con un cuerpo que ya
conocía bien. Domenico la sujetó por los hombros y no la alejó de sí.
-Qué
casualidad más deliciosa –casi ronroneó en su oído.
Durante
unos segundos ella no dijo nada, esperó a que el rubor que le había asaltado de
improviso las mejillas desapareciera y se irguió, mirándole directamente a los
ojos.
-Curiosa
casualidad, diría yo –contestó recuperando su característico genio-. Cualquiera
diría que…
Él desde
luego no estaba interesado en las siguientes palabras que iban a salir de sus
labios, por lo que decidió ocuparlos en algo que le satisfaría mucho más.
Tradó apenas unos instantes en romper el beso, y se
apartó decididamente, tomando la dirección para volver a la mesa junto a su
familia.
-Hasta
esta noche, Cassandra –se despidió antes de desaparecer de su vista.
Dentro
de ella se debatían varios sentimientos, desde la más horrenda de las furias,
hasta el más exquisito de los deleites. Mientras regeresaba junto a una
impaciente Alice su mente no dejaba de cavilar, pensando que algún día tendría
que matarlo por hacerla sentirse así. Si no moría ella antes, claro.
LO AME. ME MORÍ Y VOLVÍ A REVIVIR. OH OH OH HO POR DIOS, AQUEL BESO, AQUEL BESO ME ENLOQUECIÓ. SE BESARON y para rematarla un beso francés!!!! JHAJAHAJHAJHA por dios Cassandra! Jajajaja y luego Domenico! XD es que cuando lo recuerdo se viene a mi mente algo súper romántico!!! Sdfbsdkjfnsdkjnsdkfjn y cuando Alice fue a su cama y se encontró con Cassandra ahí JHAJAHAJHAJHA xD me imagine que todos venían de volada con armas y la cosa :P jajajaja CASSANDRA TIENE QUE ACEPTARLO xD le gusta Domenico y aunque renunció al amor desde los 11 años no podrá! XD no podrá! Con él porque es tan necio y terco y tan impertinente! Y ella no queriéndolo aceptar, aunque me gusta así! XD me encanta que se estén besando en secreto tan lindoooo>.< saliendo del baño, por los establos :P UF XD JAJAJA :3
ResponderEliminarFelicidades por tu entrada número 100!!!!
FELICIDADES :3 ME ENCANTARON LOS 2 CAPÍTULOS :D
Súper geniales! Espero espero y te emociones cuando veas el capítulo de mi novela <3 ya espero con ansias el siguiente capítulo!!!!!! Ánimo y sigue jajajaja vi en otros comentarios de Kash que va a salir un Lorenzo e.e quien es???? SPOILERS JHJAHJAHJHA se ve que estará interesante :D
Saludos!!
Sabía, sabía, sabía que estos dos capítulos para la entrada 100 eran acertados jajaja
EliminarHe estado como 10 minutos sonriendo a lo no-me-puedo-contener cuando he visto tu comentario *-*
Pero no hay que dejar volar tan rápido la imaginación, porque Cassandra es dura de roer, y a Domenico le va a costar más de lo que cree que la cosa vaya más allá de besos robados ;D
No voy a decir quién es Lorenzo (aunque si se piensa tranquilamente, con cierta información dada en uno de estos capítulo se saca rápido), porque en muy poquito ya se va a saber quién es, así que no voy a adelantar acontecimientos. Solo digo que no os va a caer bien xD Todavía no he escrito sobre él y yo ya le odio (que confuso esto de odiar a tus propios personajes jaja)
Espero, de verdad, no tardar mucho en escribir el siguiente capítulo, pero quiero que quede bien, porque... EN EL PRÓXIMO YA ES EL CUMPLE DE ALICE!! jaja Veremos cómo se desarrolla eso ;P
Muchas gracias por las felicitaciones guapa!! Sabes que espero con unas ganas locas tu entrada 100!!
Un beso!
Yo no he dicho ningún spoiler, Ainhoa es la culpable!! ella viene torturandonos mentalmente desde varios capítulos atrás con Lorenzo pero yo sé quién es! seguro es el otro hermano de Alice y Domenico ¿cierto? O.O Pues la verdad es que ya estoy ansiosa porque aparezca (8 ya sé, ya sé, fui yo la que dijo que no quería que se apareciera ni en pintura pero es que la sola manera en la que Alice lo describió me hizo amarlo (?) jajajaja, ¿sabes cómo me lo imagino? como un artista :D porque todos en la familia de Domenico tienen profesiones muy tiquismiquis y pues sería bueno que él saliera de ese modelo perfecto, además los artistas enamoran ¡y están en Italia! ¿qué mejor lugar para encontrarse con un pintor, un músico o un escultor? sjahksgdkdfg ya quiero saber cómo es y por qué no se lleva bien con el resto de la familia.
ResponderEliminarCassandra me desespera D: es TAN terca. Empiezo a comprender que sea porque tiene miedo a que le rompan el corazón pero aiiiiiish e___e casi me da un ataque al corazón cuando leí esa parte en donde estaban los dos en la cama *-----* bella chula de preciosa que estuvo esa parte.
Sube pronto la siguiente parte Ainhoa :D me tardo en comentar pero sabes que siempre termino haciéndolo xD
Saludos!
No has hecho ningún spoiler jaja Es cierto que llevo un tiempo torturándoos con Lorenzo, pero siempre acabo aplazando el momento de sacarlo a la luz xD No queda mucho para que aparezca y empiece a complicar las cosas. En mi cabeza ya anda danzando su físico y su forma de ser, solo queda decidir su momento de salir en la historia y creo que eso lo tengo ya casi medio claro. No voy a decir mucho más de él, que me gusta dejaros picadas jajaja Peeeeeeeeero, eres muy lista Kash, ya creo que no hará ningún daño ni revelara mucho el darte la razón jaja Sí, efectivamente nuestro futuramente-no-amado Lorenzo es el hermano perdido de estos dos, y no es ningún señorito como su medio-hermano :P
EliminarCassandra desespera a todo el mundo xD A mí misma me matan a veces sus comportamientos, pero creo que ya no soy dueña del personaje, ella solita hace lo que le da la gana jaja (Creo que he dicho una cosa muy rarita, pero es lo que siento xD)
Prometo subir en cuanto acaben la recuperaciones, ahora mismo estoy demasiado nerviosa para escribir sin fallos gordos y repasar y tomarme mi tiempo.
jaja Ya sé que siempre comentas, por eso voy tranquila contigo :P
Un beso guapa =D