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miércoles, 7 de marzo de 2012

Capítulo 1: Felicitaciones con chocolate


Aquí traigo el primer capítulo de "Besos de rubí", estaba prácticamente terminado y con un repasito y poco más he podido subirlo hoy. Por el momento aquí queda, estoy de exámenes y hasta que termine abandono el blog. El miércoles que viene hago el último examen y si me veo con fuerzas y tiempo me dedicaré a escribir y a pasarme a leer lo que se cuelgue en los blogs que leo (que son muchos jaja). Un besito!!!


El insistente sonido de un teléfono en un elegante apartamento en el Midtown Manhattan interrumpía el pacífico sueño de su moradora. Cassandra alargó el brazo, tanteando su mesilla en busca del teléfono que, contra sus deseos, no paraba de sonar.
            -¿Sí? –en la voz de Cassandra se distinguía el agotamiento que sentía tras la noche del sábado.
            -Hola cielo, soy mamá. ¿Y esa voz? ¿Seguías durmiendo? –las insistentes preguntas de su madre taladraban los oídos de la joven.
            -Sí mamá, seguía durmiendo. Es domingo y estoy agotada, más tarde te llamaré, solo son las... –miró el reloj de su mesilla- ¿la una? Oh, mamá te llamo después, he quedado para comer y llego tarde. ¡Adiós!
            Colgó el teléfono de golpe y se dirigió al cuarto de baño dispuesta a darse una ducha rápida. Mientras el agua se calentaba abrió su amplio armario para sacar precipitadamente unas medias negras, un vestido ceñido de color granate y sus zapatos de tacón negros, después volvió al cuarto de baño y se duchó y secó el pelo todo lo rápido que le fue posible. Cuando terminó esto, se dirigió, aún en albornoz, a la cocina, para preparar un café. Volvió a su cuarto, se vistió y maquilló apresuradamente, cogió su bolso y su café y corrió todo lo que sus tacones le permitían. Parar un taxi en Manhattan no era precisamente sencillo pero para Cassandra no era especialmente difícil, mérito que ella misma atribuía a su belleza, por lo que en escasos minutos ya estaba en el asiento trasero de un taxi camino de su restaurante italiano favorito, donde había quedado con una amiga. Tras unos eternos quince minutos de trayecto, Cassandra se bajó del taxi para encontrarse con el impaciente rostro de Lorraine.
Lorraine era sin duda alguna su mejor amiga, se conocían desde niñas, cuando los padres de ésta decidieron volver a España, el país natal de la madre de Lorraine. Allí conocieron a Cassandra y sus padres y pronto todos se hicieron buenos amigos, por lo que las dos niñas estuvieron muy unidas durante algunos años, hasta el día en que Leandro, padre de Cassandra, quiso volver a Grecia, debido a la repentina y grave enfermedad de la madre de éste. Durante cuatro años, y hasta que murió su abuela, Cassandra vivió allí, en la casa de sus abuelos paternos, en una zona rural de Grecia que destacaba por sus prados. Para entonces ya había cumplido los diez años y, a pesar de eso, nunca había roto el contacto con Lorraine, pues hablaban a través de cartas y se veían durante algunos días en vacaciones. Para cuando Cassandra regresó a España la amistad con Lorraine era firme y no hizo sino asentarse más con el paso de los años y al estar las dos jóvenes juntas gran parte del tiempo. Ambas se graduaron y comenzaron la universidad, Lorraine cumplió su sueño de estudiar arquitectura y Cassandra se sumergió en el mundo de la economía y las finanzas, consiguiendo en su tercer año de carrera una beca para terminar sus estudios en Nueva York. Durante dos años, y hasta que ambas terminaron sus respectivos estudios se mantenían informadas de sus respectivas vidas mediante cartas y video llamadas y pasaban algunos fines de semana juntas. Y cuando por fin ambas terminaron de estudiar, Cassandra se estableció en un pequeño apartamento en Manhattan y Lorraine volvió a su ciudad natal, convirtiéndose en compañera de piso de su mejor amiga. Y, después de tantos años, la amistad entre ambas seguía siendo fuerte y cada una había conseguido un trabajo estable y con buen sueldo que les permitía vivir en amplios apartamentos de Manhattan con soltura.
-Llegas media hora tarde, Cassie. ¿Alguna vez serás puntual? –Lorraine reprendió a su amiga, aunque en su voz no había enfado sino más bien un toque de burla.
            -Lo sé, lo sé. Lo siento mucho –se disculpó ella-. Pero no imaginas lo eternas que pueden llegar a ser las cenas de trabajo. Entre negociaciones y copas llegué a casa a las cinco de la mañana. Si no fuera por mi madre aún seguiría tumbada en la cama.
-Entonces se lo agradeceré a tu madre la próxima vez que hable con ella –contestó con sorna Lorraine-. Ahora vamos, o perderemos la reserva.
-No te preocupes, Ángelo es amigo mío, incluso aunque no hubiera reservado, con una llamada tendríamos mesa. Pero sí, vamos, no imaginas el hambre que tengo.
Las dos amigas entraron al restaurante, dónde una recepcionista de aspecto agradable las recibió con una sonrisa. Tras dar el nombre para la reserva y seguir a un camarero hasta su mesa, Cassandra pidió uno de sus platos favoritos, risotto con gambas, y recomendó a su amiga los tortellini a la carbonara. Tras terminar la comida y pedir de postre dos platos de pannacotta, el rostro de Lorraine denotaba que tenía algo importante que decir.
-Lorri, lo que sea que quieras contarme hazlo ya. Ni tú ni yo tenemos tiempo para perder todo el día mirando las migas de pan de la mesa.
-A veces odio que me conozcas tan bien –bromeó la chica-. Está bien. ¡Gordon me ha pedido que me case con él! –el grito de felicidad de Lorraine atrajo las mirada de algunos comensales de mesas cercanas.
-Y, obviamente, has dicho que sí. Si no, no entendería tanta emoción –se carcajeó Cassandra-. Me alegro mucho por ti, de verdad. ¡Felicidades! –añadió con una dulce sonrisa mientras se levantaba para abrazar a su amiga.
-Y… querrás ser mi dama de honor, ¿verdad? –la voz emocionada de la joven hizo sonreír a varios camareros que atendían mesas cercanas.
-Pues claro que sí, me ofendería si no me lo pidieras –Cassandra agarró la mano de su amiga-. Ahora dame un momento, voy al baño y seguimos hablando sobre tus maravillosos planes de boda.
Cassandra se apresuró hacia el baño bajo la atenta mirada de su amiga, pero cuando esta giró el rostro, cambio de dirección hacia la cocina, dónde entró precipitadamente, mientras varios camareros la saludaban con una sonrisa, buscando al cocinero jefe y amigo suyo.
-Cassandra, bellissima, ¿sabes cuánto tiempo hace que no tengo el honor de tener a una belleza como tú en mi cocina? –las amables palabras del cocinero hicieron sonreír a la joven.
-Últimamente he tenido muchas reuniones y, por desgracia, mis jefes no saben apreciar la delicia de tus platos, prefieren los restaurantes de lujo del Upper East Side –dijo apretando la mano de su amigo.
-No, no, è imperdonabile. Esos necios no reconocen la buena comida. Esos restaurante solo sirven...
-Cosas bonitas en pequeñas porciones. Lo sé, Ángelo –interrumpió Cassandra con una ligera risa al mosqueado cocinero-. Pero ahora necesito pedirte un favor –añadió con ojos suplicantes.
-A ti, mia bella, cualquier cosa.
-Mi mejor amiga está en la mesa 7 esperándome. Me acaba de decir que se va a casar y me gustaría sorprenderla con algo especial. ¿Se te ocurre algo?
-Naturalmente. Sabes que mi cabeza se desborda de ideas. Adoro las bodas. ¿Quieres que prepare algún postre especial, que mis más guapos camareros la canten hasta que sonroje o…? –la energía de Ángelo siempre hacía reír a Cassandra.
-Cualquier cosa que pienses estará bien, pero intenta tenerlo listo pronto, mañana a las cinco tengo que levantarme para coger un avión para una reunión en Florencia y mi equipaje aún no está listo.
-Oh, Florencia, la mia terra, hace ya dos años que no visito a mi familia allí. Disfruta del viaje, es una ciudad molto bella, ya lo verás –dijo emocionado el cocinero-. Y no te preocupes, tendré listo mi pequeño espectáculo lo más rápido posible. Ahora, disfrutad de vuestra pannacotta, Claudio os la llevará en un momento –añadió, para después besar la mano de Cassandra con ternura.
Cassandra volvió rápidamente a su mesa, donde Lorraine estaba escribiendo un mensaje en su móvil. Se sentó en su silla con esa delicadeza que la caracterizaba  y alargó la mano para coger el móvil de su amiga.
-¿Con quién hablas ahora? Deja eso y cuéntame tus panes para la boda.
-Es Gordon, me estaba diciendo que va a pedirle a su primo que sea nuestro padrino –aclaró Lorraine.
-¿Joseph? ¿El mismo Joseph que intentó meterme mano justo después de que sonara la última campanada el año pasado? Estás loca si crees que voy a pasar más de dos minutos a menos de 5 metros de él –el temperamento de Cassandra comenzó a hacer notar su presencia.
-¡Cassie! Tranquila, si me devolvieras el teléfono, le diría amablemente a mi prometido que, a ser posible, busque un padrino menos baboso. ¿Vale?
-Está bien, lo siento. Toma –dijo ya más calmada mientras le tendía el móvil.
-Salgo afuera un momento, trataré de convencer a Gordon para que hable con otro primo o amigo o algo así. No tardo.
Cuando Lorraine cruzó la puerta del restaurante Cassandra sacó su móvil y escribió un mensaje: Hola mamá, siento lo de antes. Había quedado con Lorraine para comer. ¿Sabes? Gordon le ha pedido que se case con ella. ¡Y voy a ser la madrina! Mañana tengo reunión en Florencia y tengo que coger el avión pronto, así que ya te llamaré cuando llegue. Te quiero.
Estaba realmente contenta de que su amiga se casara. Ambas sabían que Cassandra no era muy partidaria del amor, o de los chicos, pero ver la cara iluminada de su amiga hacía muy feliz a la joven.
Los pasos de uno de los jóvenes camareros de Ángelo interrumpió sus pensamientos.
-Aquí tiene. Espero que esté a su gusto –los correctos modales de los camareros de aquel restaurante siempre la hacían sonreír. Ángelo era realmente estricto con ellos, y los tenía bien enseñados.
-Muchas gracias, Claudio –respondió ella regalándole una dulce sonrisa.
Un par de minutos después Lorraine entró en el restaurante algo enfadada. Cassandra presentía que la conversación con su prometido no había ido todo lo bien que debería, y, en cierto modo, se sentía culpable por haberse opuesto a que Joseph fuera el padrino de la boda de su amiga.
-¿Qué pasa Lorri? –preguntó ante la cara de disgusto de la chica.
-Gordon. Le he sugerido que buscara otro padrino para nuestra boda y se ha puesto todo hecho un basilisco. Cuando quiera hablar pacíficamente, contestaré sus llamadas, mientras tanto –cogió su móvil y lo puso en silencio.
-Lo siento. No debería haberme enfadado así. Es tu boda y no tengo derecho a decidir sobre quien será o no será vuestro padrino.
-No lo sientas –negó la joven sonriendo-. Yo tampoco soporto a ese primo suyo, y por su absurda cabezonería me niego a que sea nuestro padrino. Si hubiese acogido mi sugerencia con menos agresividad me lo pensaría. Ahora que se aguante –Lorraine quitó importancia al asunto con una sonrisa y agarró la mano de Cassandra, que mostraba un gesto triste en su cara.
Tras dejar de lado todo el asunto del padrino ambas muchachas devoraron su pannacotta, y coincidieron en que el cocinero era insuperable. La conversación se dirigió a todo lo referido a los vestidos y accesorios que pronto tendría que comenzar a buscar Lorraine para la boda, el suyo y el de sus damas de honor. Y casi como en un juego, ambas acabaron configurando un boceto de lo que podría ser el vestido de dama de honor para la boda. Mientras continuaban con sus risas y alocadas ideas, las luces se apagaron repentinamente. Cassandra supuso que se trataba de su “pequeña sorpresa” y sonrío mientras su amiga miraba a todos lados confusa.
-Y ahora –la voz de Ángelo preparándose para mostrar su pequeño show atrajo la atención de todos-, un regalo especial para una futura dama casada.
Lorraine miró a su amiga con desconcierto mientras veía como un joven y guapísimo camarero se acercaba a su mesa empujando un carrito en el que reposaba un plato oculto por una grande y plateada tapa. El camarero se acercó a Lorraine y, con una sonrisa, destapó el plato mientras le tendía una rosa roja. Bajo aquella tapa se encontraba una verdadera obra de arte en forma de comida: un fantástico pastel con tres clases de chocolates distintos, una capa de un jugoso y mullido bizcocho también de chocolate y cubierto con una capa de mousse de chocolate blanco. Cassandra pensó que, sin duda, era una de las mejores creaciones de su amigo cocinero.
-Espero que te guste el chocolate bellissima –la dulce voz de Ángelo seguido de once apuestos camareros con una rosa roja cada uno casi hace llorar a Lorraine.
Cassandra se levantó sigilosamente y la dio un tierno abrazo desde su espalda.
-Me encanta. Gracias, gracias, mil gracias –de los labios de Lorraine tan solo salían agradecimientos.
-No hay de qué, cielo. Ahora, me tengo que ir, mañana tengo que coger un vuelo a la madrugada. Te quiero. Disfruta de tu sorpresa.
Tras esto Cassandra salió del restaurante con una dulce sonrisa de agradecimiento para Ángelo y esperó a que algún taxi parara. Adoraba a su amiga, y verla sonreír así la llevó a una felicidad que no se iría fácilmente. Pero ahora tan solo quería volver a su casa y hacer las maletas para acostarse rápidamente y dejar que su cuerpo terminase de descansar del ajetreado fin de semana que había vivido.

1 comentario:

  1. Woooo, me encantó, se verdad... Primero que todo escribes GENIAL! Me encanta tu forma de expresar los sentimientos y todo, escribes muy bien, sin faltas ortográficas, buena redacción y además un buen trama. PERFECT! Hace mucho que no encontraba una historia así :))
    Bueno y mmm, me dio risa la primera parte jajaj a mí siempre me despierta mi madre, sino dormiría hasta mmm siempre(? Jajaja. Y Que buena amistad! Por Dios, es que es maravillosa su amistad, luego de tantos años seguir siendo amigas como siempre debe de ser maravilloso ^^. Y ah! Sorpresas, la boda, mmm Joseph? Mmm mucho que quiero saberrr! :D

    Seguiré leyendo :) genial!

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