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domingo, 7 de octubre de 2012

Besos de Rubí, capítulo 8, parte 1

Capítulo 8: Siena (parte 1)

-Domenico, esto no es una buena idea, lo sé yo y lo sabes tú.
            Cassandra se encontraba ante las estilizadas e impolutamente blancas escaleras del porche delantero de la enorme mansión, esperando mientras el taxista y Domenico sacaban las maletas del vehículo. Al oír sus palabras él depositó la maleta en el suelo y se giró hacia ella.
            -¿De verdad tan terrible te parece permanecer unos días bajo el mismo techo que yo? –trató de bromear.
            Ella puso los ojos en blanco.
            -Por una vez, no es mi animadversión hacia ti lo que me desanima –le dedicó una sonrisa sarcástica, pero en seguida cambió su expresión-. No hay ninguna buena razón para que yo esté aquí.
            -¿Y por qué tienes que buscarle una razón? –dijo él, recogiendo de nuevo la maleta del suelo y tendiéndosela a Cassandra. Ella la tomó dubitativa.
            -Porque… -comenzó, sintiéndose insegura, algo que odiaba-. ¡No lo sé! –se rindió al final gritando y terminando con un suspiro.
            -No busques razones, simplemente diviértete –le recomendó acercándose a ella con la última bolsa en la mano.
            -Aun así sé que es una mala idea, no tengo buena sensación sobre todo esto –dijo en un susurro que Domenico apenas oyó.
            -¿Además de economista eres pitonisa? Bonita afición, querida –se carcajeó él.
            -Bromea todo lo que quieras –espetó ella con el ceño fruncido, mientras él sonreía burlonamente-. Eres odioso –le golpeó ligeramente en el hombro y comenzó a subir las escaleras arrastrando su maleta.
            -Es posible que lo sea –le siguió el juego en tono bromista-, pero al menos he conseguido que te decidas a subir el tramo de escaleras.
            Cassandra se detuvo una vez hubo alcanzado la última escalera, giro la vista hacia Domenico, le dedicó una mirada a medio camino entre la diversión y el enfado, y se giró de nuevo hacia la robusta puerta de madera, tomando con toda la confianza que pudo el llamador de forja con detalles grabados que había frente a ella.
            -Llama de una vez –la animó Domenico, pero al notar su vacilación colocó su mano encima de la de ella y se dispuso a hacer saber a todos que ya había llegado, y con compañía.

…………………………………………………………………..

Dos golpes secos resonaron en la entrada.
            -Alice, querida, estoy ocupada. Ve a abrir la puerta –la joven escuchó la voz ligeramente aguda de su madre y bajó las escaleras lo más rápido que sus piernas le permitían.
            -¡Voy! –gritó ella de vuelta.
            La emoción corría por sus venas como el agua en un río. Hacía ya mucho que no pasaba más de unas escasas horas con su hermano y, aunque nunca lo admitiría, lo echaba tanto de menos que los últimos días había sido incapaz de concentrarse totalmente en los preparativos de su fiesta de cumpleaños. Domenico era la persona en quien más confiaba en todo el mundo, había sido su salvador cada vez que se metía en algún lío y le había demostrado que haría cualquier cosa por ella. Alice adoraba a su hermano mayor, por mucho que la sacara de quicio y la tratara como si aún fuera una niña.
            -¡Mimmo! –gritó sin poder contenerse, saltando en brazos de su hermano.
            Tan solo unos instantes después, entró en su campo de visión el flamante cabello pelirrojo de Cassandra.
            -¡Oh! –saltó sorprendida alejándose un par de pasos de su hermano-. ¡No dijiste que traías compañía!
            -Buenos días, Alice. Veo que te has levantado enérgica hoy –Domenico sonrió burlonamente.
            -Yo siempre tengo energía, hermanito –le guiñó un ojo, luego devolvió su atención a la tercera persona que contemplaba la escena con clara vergüenza en el rostro-. ¡Déjame adivinar! Tú eres Cassandra, ¿verdad? –la alegría nerviosa era palpable en su voz mientras hablaba, como si jugara a las adivinanzas.
            -Alice, cálmate o acabarás abrumándola –advirtió su hermano añadiendo después una mirada reprobatoria.
            -Eres un aburrido –se quejó ella, y a continuación se acercó a Cassandra-. Ignora al señorito soso, vamos adentro –añadió animada, agarrándola del brazo.
            Domenico se resignó, soltó un pesado suspiro y caminó tras ellas hacia el interior de la casa. Tan solo esperaba que la apabullante energía de su hermana no provocara una inmediata retirada por parte de Cassandra. Habían sido mucho el esfuerzo empleado para llevarla hasta allí y se negaba a dejar pasar cualquier cosa que provocara diez pasos hacia atrás cuando tan solo había conseguido un par hacia delante.
            -¿Mimmo, me escuchas? –su hermana lo zarandeó del brazo-. ¡Ya estás de nuevo en las nubes!
            Domenico enfocó su vista en Cassandra, que, a pesar de continuar nerviosa, había relajado su cuerpo y su expresión notablemente.
            -Lo siento –se disculpó mirando de nuevo a su hermana.
            -Decía que papá no estará en casa hasta mañana. Ha ido a recoger a los abuelos –repitió ella con fastidio.
            -¿Y mamá? –preguntó él.
            -Aquí mismo, cielo –una voz a su espalda le sorprendió-. Es increíble lo grande que está mi hombrecito –casi suspiró besando la mejilla de su hijo.
            -Sigues tratándonos como a niños –exclamó Alice poniendo los ojos en blanco.
            -Siempre seréis mis niños –replicó la mujer depositando un ligero beso en la frente de su hija-. ¿Y quién es esta encantadora joven, cariño? –preguntó con un deje de picardía mirando a Cassandra.
            -Mamá, su nombre es Cassandra, compañera de negocios y amiga mía –la presentó empujándola ligeramente hacia delante-. Cassandra, ella es mi madre, Apprile –añadió.
            -Encantada de conocerte, querida –exclamó alegremente, besándola ambas mejillas con entusiasmo.
            -El placer es mío –Cassandra tenía los nervios a flor de piel, pero la desinteresada y para nada forzada amabilidad de la familia de Domenico, provocaron que se relajara casi instantáneamente.
            -¡Basta de presentaciones y formalidades! –Alice parecía cada vez más emocionada por la situación-. Voy a acompañar a Cassandra a la habitación contigua a la mía. Será totalmente perfecta para ella.
            Cassandra se dejó arrastrar por la atolondrada hermana de Domenico hacia el piso de arriba. Las escaleras por las que subían eran amplias, de madera oscura y barandillas con detalles en hierro forjado, una verdadera obra de arte para un uso de lo más cotidiano. La planta superior era un largo pasillo con por lo menos una decena de puertas, algunas de ellas de doble hoja. Alice guio a Cassandra hacia las puertas situadas a la derecha de la escalera, indicándole rápidamente donde estaban los baños y las habitaciones principales, y abrió la última de ellas.
            -Y esta será tu habitación –informó la joven con una deslumbrante sonrisa en el rostro.
            Cassandra entró lentamente al cuarto, dejando la maleta a un lado y descolgando el bolso del hombro. La habitación a la que Alice le había llevado era espaciosa, de tonos anaranjados y rojizos que contrastaban con el color oscuro de la madera con la que estaban hechos los armarios, mesillas y demás mobiliario, con una mullida y enorme cama con un cobertor color melocotón y un dosel de un ligerísimo tejido del mismo tono que la colcha.
            -Muchas gracias –la inquietud e incomodidad de Cassandra desaparecían por instantes, y esbozó una sonrisa de sincera gratitud-, es una habitación preciosa.
            -La decoración es obra mía –dijo visiblemente orgullosa de su trabajo-. Los chicos querían convertirla en una “sala de hombres”, con una barra de bar para licores, sillones de cuero y mesa de billar. Todo demasiado lúgubre para mi gusto –rodó los ojos-. Pero en esta casa siempre ganan las mujeres, ya te darás cuenta de eso –añadió riéndose con la dulce risa de un niño pequeño.
            -Eres una estupenda decoradora, entonces –la alagó Cassandra.
            Alice le dedicó una deslumbrante sonrisa.
            -Tú y yo vamos a ser buenas amigas, ya verás –la joven era puro nervio y casi irradiaba energía y alegría.
            -Seguro –confirmó Cassandra sin pizca de sarcasmo.
            -Así que… entre Domenico y tú… -comenzó a decir Alice con cierta cautela.
            -¿Sí?
            -Es solo… -su voz era algo cortada, pero aun así segura-. Creo que le gustas a mi hermano –dijo al final sin rodeos.
            -Oh –Cassandra se quedo muda.
            -Es demasiado tonto y orgulloso para reconocerlo, pero estoy segurísima de que le gustas. De todos modos, ¿a quién no le gustarías? Mi madre casi no te conoce y estoy convencida de que ya te adora.
            Cassandra no sabía como responder ante la incontrolable sinceridad de la chica.
            -Son solo negocios –consiguió decir al fin.
            -¿Negocios? –rio Alice-. Mimmo ni siquiera ha traído a casa a un amigo desde que era adolescente, mucho menos a socios de negocios. Hay mucho más que negocios entre mi hermano y tú y estoy…
            -Alice –interrumpió Cassandra-. Te agradecería poder quedarme sola un momento, debería deshacer la maleta… y…
            -Claro –sonrió la joven-. Lo siento, te daré tu espacio.
            -Gracias.
            -Mi habitación está justo al lado, por si me necesitas. Baja al salón cuando estés lista –añadió dándole un ligero apretón en el brazo, para después salir de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
            Cassandra se quedó de pie, sola, en la cálida estancia. ¿Gustarle a Domenico? Tan solo hacía un par de días que se conocían, eso era totalmente imposible. Estaba de acuerdo con que la situación en la que estaban era terriblemente extraña, y ni ella comprendía por qué había aceptado viajar con él e instalarse en la casa de sus padres. Fuera lo que fuera, los sentimientos no estaba implicados, por supuesto que no. Ni si quiera estaba segura de si podía incluirse su relación en la categoría de amistad, mucho menos en la de amantes. Domenico solo era un golpe de suerte que le permitiría tomarse unas pequeñas vacaciones y conocer nuevos lugares, nada más.
Pero esos pensamientos le parecían tan faltos de convicción que soltó un bufido y se dejó caer en la cama escondiendo la cara entre sus manos.

Ya tenéis la primera parte del capítulo 8!! Me parece sosa, voy a ser sincera, pero es que si no ocurre esto lo que tiene que venir después no podría pasar, así que.. jaja La segunda parte trataré de subirla dentro de poco, que tengo las ideas recientes y puede que algo más de tiempo para escribirlas.
Un beso!!!!

2 comentarios:

  1. Wooo, Sosa? Noaaaa, está genial, me encantó.. O sea, primero que todo es lindo cuando la mamá del chico que te gusta te recibe de esa forma (sí, a Cassie le gusta Mimmo, está claro jajaj). Y la hermana... No es ella la que casi hizo que acabara el negocio? O me equivoco D:?
    Aaish, ¿Gustarle a Domenico? Pero si es obviooooo! :D ay! Si me encantan jajajaj el par de tórtolos. Hacen como si se odian, pero en verdad anhelan volver a besarse!!!

    Me encantó, Noa! Quiero leer la parte dos, ahora miiiisssmooo! Un beso!

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  2. Atolondrada... jajaja qué majosa ella, a ver si se hacen amijas!!
    Y tío... Cassandra está ciega del todo vamos...
    Me está gustando mucho! Voy a seguir :D
    besiis
    Marta

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