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domingo, 27 de febrero de 2011

Dead in life

Se sentía sola, con una opresión en su pecho que la desgarraba lentamente, una especie de sentimiento creado especialmente para ella, para herirla causándole un dolor atroz, tanto, que habría preferido morir entre las fauces de una bestia o ahogada en el océano, antes que soportarlo un instante más. Pero se vio obligada a sufrirlo en silencio, acurrucada en un rincón de su cálida cama, el único lugar donde se sentía segura.

Llorar durante horas era lo único que parecía ayudarla a evadirse del dolor tan intenso y real que sufría cada día. Se sentía inútil entre tanta “perfección”. La auténtica perfección en su mundo era el amor que sentía, pero que no se atrevía a compartir por miedo a perderle.

El amor era ese sentimiento apasionado y bello en esos instantes en los que podías compartirlo con total felicidad, pero cuando el amor debes tragártelo… duele más que nada de lo que puedas encontrarte. Se dio cuenta de que lo amaba en el momento menos preciso, el menos afortunado y, también, el menos esperado. Lo único que deseaba era besarlo dulcemente, como si fuera un sueño, pero del que no despertaría jamás.

¿No despertar jamás? Se confesó a sí misma el pensamiento que la rondaba de quitarse la vida en un suspiro para dejar de suspirar por él, pero se dio cuenta de algo tan evidente que era estúpido por su parte ignorarlo: si lo hacía, si desaparecía para siempre en la muerte, se reprocharía a sí misma el no haber luchado, no haber esperado saber si las cosas podían haber sido. Tan solo siguió en pie por el amor que sentía. Todo era un desastre en su interior, en realidad, en todo. Estaba cambiando y sabía el motivo, el mismo por el cual lloraba cada noche sin poder evitarlo. Pero siempre uno puede sacar fuerzas y fingir.

Fingía delante de aquellos a los que quería, pero en la soledad se derrumbaba sin importarle nada, porque… ¿qué mas le podía importar ya?

Se miraba en el espejo y no se reconocía.

El tiempo pasaba, nada cambiaba. Agonía, desesperación… ¿qué más podía esperar? Y ¿cuánto debía esperar para aquello que no sabía que era?

Pero al final perdió. Se derrumbó, murió en el silencio. La tristeza despedazó su corazón. Sucumbió al final eterno, sin el beso de eterno amor. Murió para poder vivir, porque era más difícil estar muerta en vida.

sábado, 12 de febrero de 2011

Feliz San Valentín

Querida Rosse:

Se acerca San Valentín, lo habrás notado, ¿verdad?

Las miradas furtivas entre parejas o simplemente amigos enamorados sin valor o conocimiento para expresar sus sentimientos, recorren el aire, veloces como un ave rapaz surcando el cielo, y con ese buscado disimulo propio de los secretos más íntimos.

Por otro lado, el desamor acecha en cada esquina. Los hay compungidos por el rechazo de esa persona a la que aman o melancólicos por la reciente ruptura a las vísperas del día de los enamorados, algunos de ellos sentados en un sofá con la televisión encendida pero sin ver nada, con la mirada perdida o fija en una cajita que contiene ese regalo perfecto que buscaron durante días para la persona a la que más querían, y en muchas ocasiones, aún quieren.

Hay parejas cegadas por la emoción del primer amor, pero también hay personas solitarias que lloran el infortunio de su vida amorosa y se ven solos y sin poder celebrar ese día con alguien especial. Mientras otros, ajenos e indiferentes al amor, alegan que San Valentín tan solo es producto de la codicia de los comercios.

También hay parejas con una increíble historia de amor que se transformó en recuerdos por el fatal inconveniente de la lejanía, aunque existen otras que se aferran a cada kilómetro que los separa con el positivo pensamiento de: “el amor salva las distancias”.

Otros rehúyen encontrar a su príncipe o princesa ideal, aunque no lo admitan, por el miedo a perderlo, y se esconden entre fiestas y amoríos de una noche, que nada tienen que ver con ese sentimiento profundo y cálido, y no tienen la esperanza de mirar a alguien y ver su interior.

Algunos celebran su amor cada día, como el más bello regalo que han podido recibir, por lo que ese día de San Valentín, es tan solo un día más en su perfecta y profunda ensoñación. Pero también existen otros, traicionados y doloridos, que rechazan todo amago de disculpa por parte de aquel que le traicionó, mientras que otros en la misma situación, perdonan incondicionalmente por la debilidad que causa en ellos el amor.

Tantas clases de amor existen… El inocente e incondicional amor infantil, el loco amor de la juventud y el dulce y duradero amor de la vejez son solo algunos de ellos, todos transcurriendo ante nuestros ojos día a día. Y, como aquellas parejas que viven su amor sin pausa y cada día con más intensidad, ¿no deberíamos vivir el amor puro de los enamorados, amigos o sencillamente familiares, todos y cada uno de nuestros días con la misma intensidad? San Valentín tan solo es un día, un día para que recordemos ese amor, pero con regalos, globos con forma de corazón y cartas anónimas con palabras bonitas y detalles en purpurina.

Por cierto, feliz San Valentín.

Tuyo siempre. Te quiere,

Mike.

sábado, 5 de febrero de 2011

Machado

Hola =)
Bueno, un poco más abajo voy a poner unos versos de Antonio Machado, que es uno de los autores que más me gustan, y espero que disfrutéis de estos versos tanto como yo.
¡Un beso!
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Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
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El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.

Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.

La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.

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Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas,
tras el bosque de cobre y de ceniza.
En tu jardín hay dalias.
¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece
la obra de un peluquero,
con esa pobre palmerilla enana,
y ese cuadro de mirtos recortados...
y el naranjito en su tonel... El agua
de la fuente de piedra
no cesa de reír sobre la concha blanca.